Le imagino entrando en la
habitación, con paso firme y confiado, exudando poder… me acerco para
saludarle, pero el trae otra cosa en mente y
sin mediar palabra me cruza la cara de una cachetada, el fuego se
derrama en mis ojos, un rubor acalorado sube por mi cuello hasta mi rostro que
refleja el placer que me ha provocado su
castigo, me golpea nuevamente, siento su
poderosa mano bajando hasta mi rostro, con cada golpe me electriza la
piel, el deseo se vuelve liquido entre mis piernas mientras el continua cacheteándome, no para… no me da respiro, siento como sus
golpes se vuelven cada vez más poderosos. Continua por algunos instantes golpeando mi rostro, para luego continuar
bajando por mi cuerpo, el calor
hormiguea bajo mi piel, y la excitación se extiende violentamente entre mis
piernas. Con cada azote que se suma a
mi tormento me lleva más profundo a un torbellino de emociones en los cuales
soy incapaz de distinguir entre el placer y el dolor.
Se toma un momento para observarme,
no dice nada pero puedo ver su excitación, su deseo me enciende aún más, me
jala del cabello y me empuja con fuerza contra la pared, se toma su tiempo para
azotar mi trasero, alternado los golpes entre los muslos y las nalgas, siento
como se calientan, debo morder mis labios para evitar gritar mientras la
sensación de escozor crece y se acentúa, una de sus manos se desliza desde mis
nalgas hasta mi ansiosa vagina, un gemido de placer se me escapa cuando el
desliza dos de sus largos dedos en mi interior y un grito agónico sale de mi
garganta cuando siento como su otra mano azota pesadamente mis erectos y muy
sensibles pezones.
Siento el cierre de sus
pantalones deslizarse, y segundos más tarde
noto como sus manos abren mis nalgas enrojecidas por los azotes y acto seguido su
verga se abre paso con apabullante fuerza en los fruncidos pliegues de
mi virgen ano, me embiste y
viola sin piedad, mis gemidos se son ahora una mezcla de dolor y placer , me siento partida en dos,
grito, más bien chillo mientras se
retira hasta el anillo de músculos y luego vuelve a embestir con mayor violencia,
la fricción me hace jadear, mientras el jala mi cabeza hacia atrás y me obliga
a aceptarle completamente en mi interior, no existe nada que se le compare a la
emoción que siento mientras me parte en dos y castiga mi cuerpo.
Se sin embargo en lo profundo de
mi interior que volvería a hacerlo nuevamente, soy suya y esa certeza me hace
sentir viva.