Luego de meses de entrenamiento,
el decidió que yo estaba lista para mi primera prueba, me conduce como su
mascota a través de un pasillo enorme, parando de vez en cuando frente a alguna
habitación para que yo observara lo que sucedía allí, esta habitación en particular hizo que mi
respiración se acelerara y mi cuerpo comenzara a estremecerse de forma
incontrolable.
Un grupo de
hombres desnudos se mueve alrededor de una chica más o menos de mi edad, ella está atada y tiene los ojos vendados. Todos
mis intentos por no quedarme pasmada mirando con la boca abierta mientras los
hombres se turnan para tomarla y abusarla por todos lados posibles y quizás
imposibles también, son pocos y
ciertamente ineficientes.
Su mirada
profunda y perversa me recorre, me sonríe y pregunta con su voz grave:
—¿Te excita
mirar esto? ¿O es acaso que tú desearías estar en su lugar?
Antes de
siquiera tomar conciencia de su pregunta mi traidora boca responde por mí
—Oh, ...
Sí.
El me
sonríe y me susurra al oído,
—Deberás
suplicar por ello, No creerás que yo te lo daré de buenas a primeras.
Me
avergüenzo al escuchar sus palabras e intento sin éxito salir de aquel lugar,
el me jala con fuerza del cabello y me sostiene frente a él, estoy en una
posición en la cual puedo observar toda la escena, peor aún ellos pueden verme
observándoles.
El jadeo de
la chica se escucha por toda la habitación, seguido por un grito estruendoso, como si la
estuviesen lastimando. Intento zafarme e ir en su ayuda, pero él me detiene, me
indica que vuelva a mirar, me quedó sin palabras al verla albergando a otro hombre en su interior, pero
éste había cubierto su miembro con un capuchón de látex. Su pene era ahora azulado
y enorme. Jamás había visto nada tan grande en mi vida. Él la embestía con
fuerza salvaje, mientras otros hombres la obligan a mantener las piernas abiertas.
Me siento
asustada e impotente por no poder ayudar a la chica, mientras el se ríe en mi
oído y me susurra:
—¡Qué
inocente eres! — Esto es lo que ella quiere. Disfruta del dolor que le provoca
tener un miembro de ese tamaño.
Me giro
hacia él, aun no puedo creer que esa chica disfrute de aquello, se ve tan
doloroso, pero no pongo en duda sus palabras.
Momentos
después uno de los hombres camina hacia la chica al llegar junto a ella, le
sujeta el pelo y la obliga a levantar la
cabeza bruscamente.
—¿Te gusta
esto, Perra?
—Sí, Gracias, Señor.
El hombre
le ordena aceptar todo ese enorme y apabullante miembro, mientras le gira la
cabeza hasta ponerla en posición para que otro
hombre que ha comenzado a masturbarse con rapidez se corra en su boca abierta.
—Trágalo
todo — le ordenan entre gritos y gruñidos.
La chica
obedece y gime mientras los otros hombres restantes, que también han comenzado
a masturbarse, se corren sobre la suave piel de su espalda. Cuando ella lo
percibe, se arquea apretando las nalgas. El desconocido del miembro enorme
embiste aún más profundamente en su sexo hasta que la erección desaparece en el
interior.
Uno de los
hombres se acera y hunde sus dedos en la vagina de la chica, diciéndole que
tiene permiso para correrse pues se ha comportado como la puta que es, le frota furiosamente su adolorido clítoris
mientras que el otro hombre la embiste sin piedad. La chica abre la boca
absorta por el placer, para luego comenzar a gritar mientras su cuerpo convulsiona
y el hombre emite un largo gemido de goce.
No tengo
palabras para describir el enorme deseo que se ha asentado entre mis piernas,
huelo a sexo y me siento mojada, al mirar mis piernas compruebo que realmente
estoy toda mojada, mi sexo brilla al igual que parte de mis muslos.
Él me
dirige una de aquellas miradas perversas que logran despertar mi morbo total y
me hacen olvidar quien soy… solo hay deseo ahora, puro y total.
Sin decir palabra el me toma y me
saca de aquella habitación, mientras me guía nuevamente a través del pasillo me
susurra al oído lo sucia que soy, me pregunta si me gustaría ser abusada como
aquella chica, aprieta mis ya excitados pezones y de vez en cuando jala mi
cabello. Entonces gira mi rostro para cachetearme, mientras me observa con aquella
mirada que sé debiera asustarme, pues es una mirada de promesas perversas y
oscuras, pero nada, simplemente me excito más y más… estoy en un punto sin
retorno, ya he perdido todo control de mi ser… sólo deseo.
Finalmente hemos llegado a nuestro
destino, es una habitación muy parecida a la de la chica, pero aquí, puedo
visualizar implementos de todo tipo, fustas, mascaras, cadenas, dildos de todos
los tipos y tamaños y otras cosas que en realidad ni siquiera conozco.
Demasiado
rápido para procesarlo, el me cubre los ojos con una venda, me siento perdida
en la oscuridad. Intento sin éxito contener el pánico y concentrarme en mis
otros sentidos. Siento como me quita la escasa ropa que aún llevo puesta,
claramente no lo hace de forma delicada, el rasga y destruye mi ropa, el aire
frío acaricia mis duros pezones y los ardientes pliegues de mi sexo.
Siento su
aliento en mi cara cuando se cierne sobre mi y luego una sensación de vacío
cuando se aparta para colocarse entre mis piernas. Me roza el clítoris con el pulgar un par de veces. El
deseo se enrosca en mi vientre. Nuevamente, él se apartó. Unos momentos después
escucho un zumbido eléctrico, justo un momento antes de que algo comienza a
vibrar sobre mi clítoris. Me estremezco de placer.
—¡Oh, Si!
—grito.
—¿Te hace
daño? —Me pregunta
Mueve el
dispositivo hacia un lado del clítoris, luego al otro, avivando mi deseo. Justo
cuando la estimulación llega a su punto máximo, regresa al capuchón y vuelve a
empezar. Mueve el juguete de un lado a otro hasta que el ansia se extiende también a mi piel y mi sangre. Mi sexo se
contrae por el doloroso vacío. Cada vez que roza el aparato sobre mi sexo, me hace
arquear, quedarme sin aliento cada vez más excitada.
—¿Lo hace?
—exige saber
«¿Qué me había
preguntado?». No puedo recordarlo, sólo me ahogo en el deseo.
—¿Te hace
daño? —repite—. No volveré a preguntarlo.
—N-no. —
jadeo.
De pronto
el juguete se detiene y siento pasos, viniendo hacia mí y una voz que no es la
suya dice.
—Está duro
y palpitante — Que hermoso se ve ese clítoris así.
Deseo morir
de vergüenza, que hace ese hombre aquí
¿Qué clase de juego está jugando? , mi mente busca a toda prisa una
explicación razonable, no esto no puede estar pasándome a mí, estoy muy
asustada intento levantarme de la cama donde él me había recostado, pero sus
manos me detienen, me susurra al oído
—¿Confías
en mi putita? — niego con la cabeza de un lado a otro, estoy tan asustada yo no
deseo nada de esto, solo estar con Él.
—Vamos
putita, nada te sucederá sin que yo lo apruebe, solo yo usare tu cuerpo
—me asegura
Ambos hombres
se alejaron de la cama para hablar en voz baja de manera que me es imposible
entender lo que dicen. Mi cuerpo protesta, estoy asustada pero peligrosamente
excitada necesito a gritos otro toque, otro roce.
Mientras ellos
están lejos, unas manos suaves recorren mi cuerpo, siento las como las uñas
acarician y aprietan mis pequeños y duros pezones, segundos después siento una
lengua jugar sobre ellos, sin duda eso me excita, mi mente gira y trata de
encontrar una explicación razonable, me siento tan abrumada que comienzo a
llorar.
Casi en el
mismo instante Él está aquí conmigo, su voz consoladora, sus labios juegan con
los míos sus manos recorren cada rincón de mi cuerpo excitándolo preparándolo…
susurrando hermosas y conmovedoras palabras solo para mí.
Deseo
complacerlo, pero tengo mucho miedo, nunca pensé que él quisiera compartirme
con otros y eso me lastima profundamente, puesto que yo sólo deseo pertenecerle
y complacerle sólo a Él.
—Por-
Porque? — pregunto entre lagrimas.
Porque
deseo que aprendas del placer putita, esto es algo compartido, ya te lo había
dicho antes recuerdas, ello solo te estimularan pero no te compartiré mas allá,
eres mía, me perteneces y yo no comparto lo que es mío, solo yo te poseeré y
solo conmigo tu aprenderás de la sumisión, pero ellos están aquí para que
aprendas una lección. Luego de tranquilizarme, me ata de manos y pies en la
cama y me deja allí, confiada de que el estará conmigo en cada paso que yo de
hacia el placer.
Un instante
después, el hombre se acerca nuevamente. Le distingo por el olor. Él se inclina
sobre mí y roza sus labios contra mi piel desde el hombro hasta la curva del
pecho. Contengo el aliento. No es bueno; ni malo; sólo una sensación que me sorprende.
Las manos del hombre, acarician suavemente mis senos y
pezones ya sensibles por las atenciones anteriores de la mujer.
Trato en vano de no prestarle atención, ignorarlas,
pero sus dedos son expertos contra mi piel sensible. Puedo sentir mis pezones apretarse traicioneramente.
—Muy bien —Le escucho decir
a Él
Un dedo
acaricia hacia abajo a través de los pliegues de mi vagina, haciéndome sacudirse por
la sorpresa. Me acaricia lenta e
inquisitivamente, es un dedo fino y delicado, es la mujer la que ahora esta acariciándome.
—
Hooo, sus dedos
tocan mi núcleo, cada vez mas mojado.
—Buena lubricación, muy bonita— le escucho
decir a la mujer, mientras tira suavemente de mis labios exteriores apartándolos,
exponiéndola más plenamente.
Me siento muy avergonzada y giro mi rostro, no puedo
continuar así, cada vez que ellos me acarician mi cuerpo traidor reacciona y ya
no puedo disimular mi excitación.
El hombre toma el lugar de la mujer y dos de sus dedos se arremolinan en mi interior, haciendo que mis caderas se contoneen, mientras la mujer se dedica a acariciar mis pechos,
haciendo círculos sobre mis apretados
pezones, tocando cada piedrecita, tirando suavemente hasta que mi espalda se arquea y no puedo controlar mis
jadeos.
De pronto ellos se apartan, dejándome adolorida y
necesitada —De pronto siento la presencia de Él, acariciando el apretado anillo de
músculos de mi virgen ano, sacudo la cabeza violentamente, aterrada por lo que
se viene, muerdo mis labios tratando de no gritar de horror cuando algo fue empujado
hacia arriba y dentro de mi recto. Algo
resbaladizo, duro, y extraño.
—¿Estás dolorida, Putita? —me pregunta, acariciando una de mis pierna.
Esperando mi respuesta.
Ante su voz
tranquila, dejo de tirar de las amarras y comienzo a serenarme, realmente la
sensación no es tan desagradable y lo mejor es que finalmente no hay dolor,
solo una sensación extraña.
—No, Amo —susurro.
—Muy bien putita, —murmura Él.
De pronto siento como el objeto comienza a vibrar en
mi ano, la sensación es realmente sorprendente. Me aferro de las amarras de mis muñecas para evitar
contonear mi trasero.
La mujer se acerca y me besa, para luego comenzar a
acariciar mi clítoris, con algún nuevo juguete que apoya suavemente, escucho un pequeño zumbido
y siento esa cosa vibrando justo en la parte superior de los sensibles
tejidos de mi ya excitada vagina. Mis caderas se sacuden sin control y mis gemidos se
escuchan por toda la habitación, no puedo evitarlo.
—Excelente. — le escucho decir, mientras se sonríe.
De inmediato, una caliente boca se cierra sobre uno de
mis pechos, chupando el pezón, manipulándolo firmemente con la lengua. No puedo
evitar que un grito se me escape.
Estoy tan excitada,
que he perdido todo pudor y solo deseo seguir adelante, necesito obtener
el placer de un orgasmo, comienzo a lloriquear y suplicarle a Él por mi
liberación.
—Muy bien putita. — le escucho decir mientras
lentamente los otros se retiran y comienzan a abandonar la habitación, lo sé
por sus pasos dirigidos en forma contraria a donde me encuentro atada y
excitada, mojada hasta las pantorrillas, solo deseando.
—Y entonces putita— ¿Qué es lo que deseas?
Mientras me susurra la pregunta siento como roza su pene de
arriba y abajo por mi humedad, lo que claramente me vuelve absolutamente
desesperada ya que desencadena pequeños espasmos en mi interior. Me quita la
venda de los ojos y mirándome, se empuja lentamente y firmemente dentro de mi
ansiosa vagina, duro, caliente y grueso, llenándome completamente. Más que
completamente, más profundo de lo que se
siente cómodo en la posición en la que él me tiene, lucho por respirar, siento
como sus testículos golpean contra mi entrada mientras él mismo se entierra
hasta la empuñadura. Estoy resbaladiza y caliente, mi vagina se contrae
alrededor de él mientras el chupaba uno de mis pezón y luego el otro, jugando
con cada uno hasta endurecerlos al punto del dolor, los pellizca y retuerce,
haciéndome sentir el instrumento de su placer, soy su juguete y sólo puedo
sentir, nada más.
Él me da un poco más. Ajusta sus movimientos de manera
que cada empuje, cada exquisito deslizamiento dentro de mi cuerpo, roza mi
clítoris. En un minuto, el me tiene temblando debajo dominio, deseo tanto que el me otorgue la liberación,
necesito que me permita acabar entre sus embestidas salvajes, pero él me lleva
un poco más al límite continua embistiendo,
duro y controlado.
Mi respiración es rápida y superficial, rota con
pequeños gemidos, estoy tan cerca de alcanzar mis deseos, pero claro aquí no se
trata de mí sino de él, de su placer y soy yo su instrumento, Él se estira por abajo y comienza a mover el
juguete que está inserto en mi ano. Ya
no puedo aguantar más y mi grito llena la habitación mientras mi vagina
sufre espasmo tras espasmo apretando su pene, ordeñándolo como poseída hasta
hacer que Él también me acompañe en mi viaje hacia el placer sublime que solo
la entrega me ha dado.
Cuando por fin mi respiración disminuye un poco, me pregunta:
—¿Qué sentiste al estar atada, estar abierta y ser
objeto de mi placer?
Le miro algo aturdida aún, feliz de haberme entregado
a él, sintiéndome como se debe sentir una verdadera sumisa…. Le sonrió con los
ojos llenos de lágrimas, puesto que no tengo palabras para hacerle entender que
me he pasado muchos años de mi vida esperando por este momento sublime.
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